Ahí van. Los estoy viendo, entre las hojas. No paran quietos, pero los veo. Los sigo con mi mirada de águila. No se me escaparán. Caeré sobre ellos desde el cielo y los atraparé entre mis garras. ¡Jua, jua, jua!
Vaya. Se han parado, pero no tengo visual. Espero que no se dispersen. Daré un giro, a ver si los cojo desprevenidos. Oh, mierda. Vuelven a ponerse en marcha. Corrección de trayectoria.
Ahí están de nuevo, bajo la sombra de los árboles. Debo ser paciente. Esperar a que salgan al sol y atacarles con él a mi espalda. Que no me vean. Ahí están. Los tiene ese bicho con coletas, pero en cuanto los suelte serán míos. Sí… sí… déjalos… sí… ¡Allá vooooy! ¡Síííí! ¡Son míos! ¡Los tengo! ¡Soy imparable! ¡Soy el mejor!
—¡Aaaaah! ¡Papaaaá! ¡Socooooorro!
—Ay, Paula, no grites tanto hija. ¿Qué pasa ahora?
—¡El mono, el mono! ¡Ahora se ha llevado mis cacahuetes! ¡Toda la bolsa!
—Primero la manzana, luego la gorra, ahora los cacahuetes… *suspiro*. Bueno, toma los míos y vámonos antes de que se le ocurra robarnos las llaves del coche.