Lecturas de piscina


Me sorprendo sonriendo mientras acompaño a Jay Gatsby a comer en Nueva York. Levanto la vista para paladear las palabras de las últimas frases que acabo de leer y noto que la sombra del árbol que me cubría hace unos minutos, ya se ha desplazado lo suficiente para que los rayos de sol ataquen voraces mi brazo izquierdo.

Me levantaría para zambullirme en el agua que me llama a través de reflejos, como si se comunicará conmigo en Morse. Ti-ti-ti-tiii, ti, tiii-ti. Sin embargo, necesito llegar al menos hasta el final del capítulo para saber qué tiene que contarle Jordan Baker a Nick Carraway y nada se interpondrá en mi camino. Ni las risas de los niños, ni el pequeño desfile de indecorosas lorzas y sonrojantes pellejos, ni siquiera el incesante avance del sol que ya no sólo castiga mi brazo, sino que también ataca sin piedad mi despejada frente.


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